Aún a las tres de la mañana, asomarse a las mesas de trabajo a inspeccionar lo que hace el otro es singular fenómeno del aprendizaje de la Arquitectura a través de la búsqueda ajena. Un ritual que subsiste a pesar de la creciente invasión de los dispositivos electrónicos. Quien ha llegado primero, ansía ampliar su proyecto en el campo de la coherencia,encontrar nuevas soluciones en el acoplamiento del diedro de la colaboración, del acompañamiento crítico. Un acto del más puro entusiasmo por aprender haciendo, sin importar lo ruda que fuese la opinión es una suerte de epítome de la solidaridad entre pares.
Al final de este acto, los participantes desaparecen tras un proyecto que ha vencido más de una vez. Un valor de vieja escuela que no pocos extrañamos en las oficinas.
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